«El Arte no existe, existen los artistas»

25/01/2010

Una de las mejores formas de darse cuenta de que nos estamos haciendo mayores, es cuando piensas: «ojalá hubiera aprovechado mejor las lecciones de tal profesor en el instituto». Pues bien, esto mismo ronda en mis pensamientos desde hace mucho tiempo con relación a la filosofía y al arte. Qué gran error el no haber prestado más atención en estas clases!!! El primero lo subsané pronto devorando libros de los clásicos (aunque tengo pendiente leer a Nietzsche en Alemán X:D). El segundo lo he ido dejando arrinconado en mi mente, aunque cada vez que iba a un museo, la cruda realidad de mi ignorancia me abofeteaba vilmente. Mi objetivo no es saber de arte, sino conocer las anécdotas que llevaron a los artistas a crear sus obras y así poder saborear el momento cuando conoces la «historia que hay detrás» y los motivos que rodearon al artista cuando estaba creando la obra.

Estas Navidades recibí como regalo un libro muy especial titulado La Historia del Arte de E.H. Gombrich. Ya me lo habían recomendado varios amigos y nada más abrirlo te das cuenta que es un libro especial. A modo de ejemplo os diré que la primera publicación fue en 1950 y a pesar de tener más de seis década sigue siendo el libro de referencia en cualquier universidad del mundo en la que se estudie la historia del arte.

Me gustaría transmitir a través de este post una serie de ideas para los que , al igual que yo, os acercáis al Arte por primera vez, podáis ver el próximo cuadro con otros ojos.

El Arte como tal no existe, lo que existe son los artistas. El Arte genera una sensación diferente a cada persona que lo contempla y no hay que olvidar que el artista nunca ha tenido como objetivo que su obra fuera contemplada, sino transmitir una sensación (normalmente por un encargo que le hicieron). A cada uno de nosotros nos vienen a la mente mil cosas diferentes que nos predisponen a disfrutar de la obra o no. Por lo tanto lo importante es gozar de lo que tenemos delante y no juzgarla.

Cada generación de artistas siempre se ha rebelado de algún modo contra los puntos de vista de sus padres; cada obra de arte expresa su mensaje a sus contemporáneos no sólo por lo que contiene sino por lo que deja de contener. Esto es debido a que cada artista siempre cree que ha sobrepasado a la generación anterior y por lo tanto para comprender una obra de arte hay que entender y compartir esa sensación de liberación que ha experimentado el artista al obtener sus propios logros.

Otro punto a tener en cuenta es que conceptos como belleza y expresión han ido cambiando a lo largo del tiempo. Si la época en la que un cuadro fue dibujado, estos conceptos estaban más cercanos a los nuestros de hoy en día, seguramente el cuadro tendrá mas opciones de ser de nuestro agrado.

Hay quienes juzgan la calidad de la obra en función del grado de «realidad conseguida» por el artista. Obviamente este punto es importante, pero sólo hay que comparar Liebre de Alberto Durero con el Elefante de Rembrandt. Acaso la primera obra es mejor porque el artista le dio más detalles? O por el contrario es mejor la de Rembrandt que consiguió con cuatro trazados representar la rugosidad de un elefante dando la sensación de una sencillez absoluta?

No olvidar que el mayor obstáculo para gozar de las grandes obras es nuestra dificultad intrínseca para despojarnos de nuestras costumbres y prejuicios. Cuanto más acostumbrados estamos a ver un tema concreto en una obra de arte, más seguros estamos de que siempre se tiene que representar de manera similar y por tanto si de pronto nos encontramos con un artista disruptivo más posibilidades tenemos de criticar su obra.

Y para terminar no olvidéis que no existen reglas que expliquen si un cuadro está bien o está mal, normalmente es muy complicado clasificar cuándo una obra, es una obra de arte (nos fiamos de los «profesionales del arte»). Las discusiones sobre gustos es lo que hace interesante al Arte, aunque no hay que dejar que los detalles nos impidan liberar los sentidos para disfrutar de la obra. Ya lo dice el refrán «sobre gustos no hay nada escrito», pero no hay que olvidar que el gusto puede desarrollarse.

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